“Desde que vivimos juntos ya no tengo las mismas ganas”, “En lugar de una pareja, parecemos compañeros de piso”, “Después de la jornada laboral y de la jornada doméstica, ¡en sexo voy a pensar yo!”, “No me apetece”, “Me da pereza solo de pensarlo”, “Antes era muy fogosa, pero ahora…”,…
Estos son relatos reales que encontramos en consulta cuando una mujer acude a terapia sexual preocupada por su falta de deseo y por las repercusiones que esto tiene en la relación de pareja, desconociendo que las cosas que ocurren en la relación tienen mucho que ver en esa falta de deseo.
En concreto, voy a centrarme en por qué en muchas ocasiones encontramos que la falta o disminución de deseo sexual en las mujeres tiene mucho que ver con la convivencia en pareja (descartando causas físicas).
En principio, podemos creer que no hay nada mejor que vivir bajo el mismo techo para que el sexo sea plenamente satisfactorio, pues puedes practicarlo en cualquier momento que te apetezca sin que nadie te moleste, te “pille”, … ¿Pero qué pasa cuando a la mujer no le apetece desde o poco después de empezar a vivir con su pareja? ¿Qué pasa cuando nota que su deseo ha ido disminuyendo?
Cuando esto ocurre, podemos encontrar algunos factores comunes que lo expliquen:
– La rutina: hacer siempre lo mismo, a la misma hora y en el mismo lugar. El reloj marca la hora “x” y es como si “tocara”. Por ejemplo, puede hacerse esta asociación: cenar-ver la televisión-ir a la cama-sexo-dormir. Y así cada día. Con la convivencia se va perdiendo el factor novedad. Si antes se preparaban los encuentros (velas, incienso, lencería sexy,…) y podían surgir en cualquier lugar de la casa (sofá, cocina,…), ahora la mujer se encuentra haciendo siempre lo mismo, y además muchas veces puede resultarle aburrido, lo que hace muy probable que su deseo disminuya.
– Desavenencias propias de la convivencia: tareas, limpieza, economía, etc. Si en la pareja surgen conflictos de este tipo y no los resuelven, se crearán tensiones en la pareja que puede afectar a otras áreas de la relación, como puede ser el sexo.
– La “dejadez” del aspecto físico de la pareja: si antes la mujer siempre veía a su pareja aseado, bien afeitado, oliendo a un perfume irresistible,…, y ahora en casa prácticamente le ve siempre en pijama (en ocasiones, anti-morbo total) y no siempre tan aseado, puede entenderse que a la mujer no le apetezca demasiado tener un encuentro sexual con su pareja.
– Discusiones derivadas de la falta de sexo: donde la pareja recrimina y la mujer puede llegar a sentirse “responsable”. La pareja entra en una especie de bucle donde a más tensión por las discusiones, menos deseo se siente.
Cuando se da la confluencia de estos factores, ¿es la mujer responsable o culpable de su falta o bajo deseo sexual? Rotundamente no. Si bien no es responsable de ello, sí está en su mano el cambio, sí debe responsabilizarse de ese cambio para recuperar el deseo. La falta de deseo es únicamente una consecuencia de la situación que está viviendo la mujer en su relación de pareja.
¡Ojo! Esto no quiere decir que, en todas las relaciones donde de alguna forma u otra aparezcan los factores antes mencionados, la mujer tenga que experimentar sí o sí una falta o disminución de su deseo. ¡Por supuesto que no! Pero, si efectivamente se produce ese bajo o nulo deseo… ¿Qué puede hacer la mujer? En primer lugar hablar con su pareja (la comunicación es fundamental en una relación), en segundo lugar intentar solucionar los problemas no resueltos llegando a acuerdos que favorezcan a ambos, y en tercer lugar intentar reavivar ese deseo que antes sí había, buscando en la memoria qué hacían antes sexualmente hablando, cómo eran esos encuentros donde ella sí sentía deseo e intentar recuperar esos momentos.
Si no son capaces de llegar a acuerdos, no saben cómo se puede recuperar el deseo, o los intentos realizados no han tenido mucho éxito, lo recomendable será buscar ayuda profesional en un terapeuta sexual, en el Instituto de la Pareja podrá recibir el asesoramiento necesario para ello.