¿Por qué a mí?, ¿qué he hecho mal?, ¿por qué no funcionó? No soy nada sin él…, mi vida nunca volverá a ser lo mismo…, jamás me enamoraré de nuevo…, nunca lo podré olvidar…, sin él mi vida no tiene sentido…no voy a poder salir de este dolor…
Suelen ser algunas de las preguntas y dudas que pasan por la cabeza de forma recurrente de quién acaba de sufrir una ruptura amorosa. Un proceso amargo por el que a nadie le apetece pasar, pero por el que, de forma irremediable, se pasa en ocasiones. Es por ello que si conocemos y nos hacemos conscientes de cuál es el camino del duelo amoroso y las mejores y sanas formas de recorrerlo, podremos no sólo recuperarnos, sino también aprender de la experiencia.
El fin de una relación supone dos cosas que hacen que se convierta en un proceso tan arduo. La primera dejar atrás a la persona amada. La persona en la que se depositó la confianza, el futuro, las ilusiones, las expectativas…La segunda es que se desarma el proyecto de vida y las metas que se habían construido entre los dos, y es que cuando se está en pareja no sólo se vive el presente, sino que se construyen ideas de futuro que aportan mucha seguridad. Es normal por eso que cuando una relación se rompe nos preguntemos: ¿Y ahora qué va a ser de mí? ¿Qué voy a hacer con mi vida? En conjunto todo causa un enorme malestar.
Seguramente si te sientes identificado/a con estas palabras, seguro que también has tenido amigos o conocidos que te han dicho que no merece la pena pasarlo mal, que pases página, que hay más peces en el mar, pero… ¿Cómo no pasarlo mal si la vida ha cambiado por completo? ¿Cómo seguir? ¿Cómo avanzar sin camino?
El primer consejo que daré es que es importante dedicar tiempo al duelo después de finalizar una relación de pareja, pues nos sirve para conocernos algo más a nosotros mismos, aprender de los errores y reconocer y valorar que también hay cosas que se han hecho bien. También por supuesto para poder encontrar respuestas a la gran incertidumbre del futuro. No te precipites a conocer a otra persona o a querer tener una relación enseguida. Lo que dice la frase de “un clavo saca a otro clavo” no es más que un mito y lo que probablemente esté pasando es que intentas evitar pasar por el dolor que supone una ruptura encajando rápidamente y a la fuerza a otra persona en tu vida. Tarde o temprano el duelo pasa factura y si no curamos adecuadamente las heridas, no seremos conscientes de lo que nos afectan y condicionan en el futuro.
El duelo amoroso se suele componer de varias fases. Quizás en algunas te sientas reconocido/a y en otras no. Esto es porque las fases fluctúan entre ellas y no se pasa por todas inevitablemente. Conocer las fases te ayudará a entender lo que te está sucediendo y poder ponerle la mejor solución.
La primera es la negación. “¿Por qué a mí? Esto no me puede estar pasando…” La incredulidad es la primera reacción que se tiene. El no creer y aceptar lo que está pasando tiene el poder de dar una tregua, es decir, dar el tiempo necesario para poder procesar la realidad y hacerse con el ánimo suficiente para enfrentarse a ella.
La segunda fase es la ira. “Esto no se va a quedar así, cómo ha podido hacerme esto”. Cuando ya se ha aceptado la situación aparecer rabia porque se ha cometido una injusticia, porque no lo merecemos, porque el/la ex no ha cumplido sus promesas, etc. La rabia tiene como objetivo sacar la fuerza y el impulso suficientes para avanzar sin mirar atrás. Es importante reconocerla, expresarla, dirigirla y despedirla para no quedarse enganchados en ella.
La tercera fase y cuarta fase son la tristeza y el dolor. “Le echo de menos, ojalá nada de esto hubiera pasado”.
Después de desahogar la ira aún queda el vacío de esa persona, un hueco que parece imposible llenar. Son fases en las que se necesita recogimiento, soledad y consuelo. Permítete llorar si lo necesitas y rodéate de gente que te escuche sin juzgar. Permítete también recordar porque es la forma de perder el miedo a lo que se tuvo y ya no se tiene. Recordar es enfrentar la pérdida pues con cada recuerdo se constata la ausencia de esa persona y la imposibilidad de volver a recuperar lo que se tenía.
Por último la aceptación. “Es el momento de seguir adelante”. Si se ha conseguido expresar todas las emociones y se ha dado el tiempo necesario para procesar, pensar en uno mismo, hablar y recordar; llegará el momento en el que estés preparado/a para aceptar y perdonar. La aceptación es poder integrar en nuestra propia vida las experiencias negativas y aprender de ellas.
“Admítelo, súfrelo, recuérdalo, acéptalo y luego… ¡ríete!”