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Preguntas frecuentes

A continuación ofrecemos una serie de preguntas típicas realizadas por distintos pacientes y sus correspondientes respuestas por nuestros psicólogos.

La diferencia entre ambos profesionales radica en su formación. Un psicólogo es un profesional licenciado en psicología, mientras que un psiquiatra es un licenciado en medicina que ha realizado la especialización de cuatro años (MIR) en psiquiatría. El psiquiatra está formado para administrar aquellos fármacos más adecuados y que se han mostrado más eficaces para disminuir la sintomatología que presenta un paciente. El psicólogo, está formado para el abordaje de la sintomatología y la problemática de un paciente sin la mediación de fármacos; aunque dispone de los conocimientos necesarios para discriminar cuándo los psicofármacos podrían ser útiles o necesarios. En ocasiones se combina la administración de psicofármacos con el tratamiento psicológico, obteniendo en los casos indicados, mejor resultado de esta combinación que de la aplicación individual de un tipo de tratamiento u otro.

La formación de un psicólogo está orientada al tratamiento o la terapia psicológica. Son muchos los tipos de tratamientos e intervenciones psicológicas, y por ello un psicólogo suele ampliar la formación recibida en la licenciatura para poder aprender a intervenir con un paciente del modo más adecuado para éste. Un psiquiatra también puede recibir este tipo de formación en cursos y máster, aunque esta formación terapéutica es externa a la recibida en la especialidad, en donde, en principio, se le prepara como médico para abordar farmacológicamente los trastornos y enfermedades psiquiátricas.
Es el formato de terapia más conocido, en el que se produce un encuentro en el que sólo están paciente y psicólogo. La persona que considera que tiene alguna problemática o que está experimentando un gran sufrimiento psíquico que no sabe a qué atribuir, acude normalmente en busca de ayuda de un psicólogo y lo hace para recibir un tratamiento o terapia individual. Se escoge este formato cuando el abordaje de la demanda del paciente es más adecuado hacerlo individualmente con la persona que acude en busca de ayuda. En la terapia psicológica se pueden realizar distintos tipos de intervenciones y realizar distintos tipos de tratamiento. El psicólogo se encargará de escuchar aquello que te preocupe y sea el origen de tu malestar, y te ayudará a entender lo que te ocurre, articular una demanda terapéutica y acordar contigo el mejor modo de abordarla.

Cuando tras las primeras entrevistas con el paciente se llega a clarificar como foco de problema un conflicto con la pareja o con miembros de la familia, puede ocurrir que paciente y terapeuta acuerden pasar de un formato de terapia individual a una terapia de pareja, o terapia familiar.

Si tienes un problema sexual y estás en una relación de pareja, la terapia se aplica de forma conjunta. No obstante, si te sientes más seguro/a viniendo de forma individual a la primera sesión, puedes hacerlo. Una vez que veamos qué te ocurre y que tengamos claro que podemos hacer para solucionarlo, te comentaremos si nos parece necesario que pueda asistir también tu pareja.

Por supuesto que es posible, pero no es lo más recomendable. Si vais a venir a terapia de pareja, es mejor que vengáis los dos juntos la primera vez y después, nosotros mismos os pediremos que podáis venir a una sesión individual. Nos gusta más que la primera sesión sea en conjunto ya que nos brinda una mejor perspectiva de la dinámica de la relación y, además, favorece la alianza de ambos miembros con la terapia evitando que uno de los dos piense que su pareja “se ha adelantado y ha contado su versión al terapeuta”.

Sin embargo, cada paciente lleva su propio ritmo de progreso. En las entrevistas iniciales (de la primera a la tercera sesión) se ha hecho una evaluación lo suficientemente completa como para poder acordar con el paciente los objetivos de la terapia, y es ahí cuando se puede establecer una duración aproximada del tratamiento.

Aquellas demandas de terapia que vengan ancladas en aspectos muy duraderos de la vida del paciente, serán probablemente los que requieran mayor número de sesiones. En los casos en que los pacientes acudan por un periodo de “crisis” debido a cambios recientes, es más probable que el tiempo de tratamiento sea corto.
Se van comprobando cuáles son los objetivos alcanzados, y además éstos pueden ir variando conforme avance la terapia porque las demandas iniciales del paciente cambien debido a que vayan surgiendo en él otros aspectos que le requieran
mayor atención en ese momento. Por ello la terapia es un proceso de evaluación continua.

Desde el Instituto de la Pareja, estamos comprometidos con los criterios de eficacia
y eficiencia: conseguir la mejoría del paciente y en el menor tiempo posible, porque
ello es la clave de la calidad.

Se considera “necesario” acudir a un psicólogo cuando una persona está tan atrapada por su propia problemática que se da cuenta de que no puede salir de esa situación por sí misma ni con ayuda de sus allegados. En entonces cuando se hace evidente la necesidad de una intervención profesional.

Una persona que acude a un psicólogo no es está “loca” ni “trastornada”. Es una persona que acusa un gran sufrimiento que no encuentra modo de aliviar, y muchas son las razones o momentos de nuestra vida en las que cualquiera de nosotros puede llegar a ello. Acudir a un psicólogo siempre puede aportarte cosas positivas, aunque es recomendable acudir cuando haya una motivación para ello; la que normalmente será una fuerte inquietud y/o intenso malestar. Es en esos momentos cuando la persona, motivada precisamente porque desea salir de esa inquietud o malestar, está en mayor predisposición para “trabajar” en terapia y sacar el máximo provecho. Con esto queremos señalar la posición activa que el paciente debe adoptar cuando inicia un tratamiento si espera recibir éxito tras el mismo.

Existen protocolos de tratamiento para trastornos específicos que indican un número determinado de sesiones, puesto que el contenido de las sesiones viene programado de antemano. Sin embargo, cualquier especialista en psicología reconoce el error que sería no atender a las individualidades el paciente y a lo que éste demande, y por esta razón, el protocolo ha de ajustarse al paciente y no a la inversa. Por ello, no se puede asegurar un número determinado de sesiones, aunque sí estimar un intervalo.

La terapia de pareja muestra sus mayores logros respecto a la mejoría en los problemas de comunicación entre la pareja. Es decir, los miembros de la misma aprenden a comunicarse de manera efectiva, de modo que así si consigue una comprensión mayor entre ambos miembros que conduce incluso a que los problemas que ella puedan surgir, en lugar de ser vistos como obstáculos o pruebas del fracaso de la relación que conduzcan a la ruptura, sean transformados en vehículos para conseguir mayor intimidad y satisfacción en la relación. El psicólogo se encargará de escuchar aquello que te preocupe y sea el origen de tu malestar, y te ayudará a entender lo que te ocurre, articular una demanda terapéutica y acordar contigo el mejor modo de abordarla. Cuando tras las primeras entrevistas con el paciente se llega a clarificar como foco de problema un conflicto con la pareja o con miembros de la familia, puede ocurrir que paciente y terapeuta acuerden pasar de un formato de terapia individual a una terapia de pareja, o terapia familiar.
A pesar de la reciente incursión de las nuevas tecnologías en la terapia psicológica, ya existen estudios que avalan la eficacia de las mismas. Se han realizado estudios que comparan la utilización de la terapia on-line (sea por videoconferencia o a través de correo electrónico) frente a no recibir tratamiento o recibir el tratamiento tradicional.

Se observan diferencias significativas de los beneficios de recibir tratamiento on- line frente a no recibir tratamiento, y que los efectos beneficiosos de este tipo de tratamiento se pueden equiparar a la terapia tradicional. Por ejemplo, un concepto utilizado en terapia es la “alianza de trabajo”, que se refiere a un vínculo que se establece entre paciente y terapeuta en el que ambos acuerdan unos objetivos de tratamiento en los que se implican para su consecución. Existen pruebas psicométricas orientadas a medir objetivamente este constructo psicológico, y se ha relacionado la medida de éste con los resultados terapéuticos, observando que existe una gran relación. Así, la “alianza de trabajo” estaría muy relacionada con el éxito terapéutico; y se ha observado que ésta se consigue de igual manera tanto en terapia on-line como en la terapia tradicional.

Utilizar terapia on-line, no modifica teorías, técnicas ni métodos psicológicos utilizados en la terapia tradicional. Sin embargo, existe un impacto en los niveles de comunicación. Por ello, en algunos casos puede incluso ser recomendable la terapia on-line, mientras que en otros casos no lo será (dependiendo el tipo de trastorno abordado). Así, la terapia on-line, a pesar de su posible preferencia debido a abaratar costes, no puede sustituir a la terapia tradicional de contacto “cara a cara”. Es una herramienta a utilizar si no existe posibilidad de terapia tradicional y recomendable sobre ésta en algunos casos muy específicos (p. ej. Agorafobia o Fobia Social muy grave).

Para ver una revisión más amplia sobre esta cuestión, recomendamos la lectura del siguiente artículo: “Internet y Psicología Clínica: Revisión de las ciber- terapias”. Soto-Pérez, F., Franco, M., Monades, F. y Jiménez, F. (2010). Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, Vol. 15 (1), pp. 19-37