Preguntas frecuentes
A continuación ofrecemos una serie de preguntas típicas realizadas por distintos pacientes y sus correspondientes respuestas por nuestros psicólogos.
La formación de un psicólogo está orientada al tratamiento o la terapia psicológica. Son muchos los tipos de tratamientos e intervenciones psicológicas, y por ello un psicólogo suele ampliar la formación recibida en la licenciatura para poder aprender a intervenir con un paciente del modo más adecuado para éste. Un psiquiatra también puede recibir este tipo de formación en cursos y máster, aunque esta formación terapéutica es externa a la recibida en la especialidad, en donde, en principio, se le prepara como médico para abordar farmacológicamente los trastornos y enfermedades psiquiátricas.
Cuando tras las primeras entrevistas con el paciente se llega a clarificar como foco de problema un conflicto con la pareja o con miembros de la familia, puede ocurrir que paciente y terapeuta acuerden pasar de un formato de terapia individual a una terapia de pareja, o terapia familiar.
Si tienes un problema sexual y estás en una relación de pareja, la terapia se aplica de forma conjunta. No obstante, si te sientes más seguro/a viniendo de forma individual a la primera sesión, puedes hacerlo. Una vez que veamos qué te ocurre y que tengamos claro que podemos hacer para solucionarlo, te comentaremos si nos parece necesario que pueda asistir también tu pareja.
Por supuesto que es posible, pero no es lo más recomendable. Si vais a venir a terapia de pareja, es mejor que vengáis los dos juntos la primera vez y después, nosotros mismos os pediremos que podáis venir a una sesión individual. Nos gusta más que la primera sesión sea en conjunto ya que nos brinda una mejor perspectiva de la dinámica de la relación y, además, favorece la alianza de ambos miembros con la terapia evitando que uno de los dos piense que su pareja “se ha adelantado y ha contado su versión al terapeuta”.
Sin embargo, cada paciente lleva su propio ritmo de progreso. En las entrevistas iniciales (de la primera a la tercera sesión) se ha hecho una evaluación lo suficientemente completa como para poder acordar con el paciente los objetivos de la terapia, y es ahí cuando se puede establecer una duración aproximada del tratamiento.
Aquellas demandas de terapia que vengan ancladas en aspectos muy duraderos de la vida del paciente, serán probablemente los que requieran mayor número de sesiones. En los casos en que los pacientes acudan por un periodo de “crisis” debido a cambios recientes, es más probable que el tiempo de tratamiento sea corto.
Se van comprobando cuáles son los objetivos alcanzados, y además éstos pueden ir variando conforme avance la terapia porque las demandas iniciales del paciente cambien debido a que vayan surgiendo en él otros aspectos que le requieran
mayor atención en ese momento. Por ello la terapia es un proceso de evaluación continua.
Desde el Instituto de la Pareja, estamos comprometidos con los criterios de eficacia
y eficiencia: conseguir la mejoría del paciente y en el menor tiempo posible, porque
ello es la clave de la calidad.
Una persona que acude a un psicólogo no es está “loca” ni “trastornada”. Es una persona que acusa un gran sufrimiento que no encuentra modo de aliviar, y muchas son las razones o momentos de nuestra vida en las que cualquiera de nosotros puede llegar a ello. Acudir a un psicólogo siempre puede aportarte cosas positivas, aunque es recomendable acudir cuando haya una motivación para ello; la que normalmente será una fuerte inquietud y/o intenso malestar. Es en esos momentos cuando la persona, motivada precisamente porque desea salir de esa inquietud o malestar, está en mayor predisposición para “trabajar” en terapia y sacar el máximo provecho. Con esto queremos señalar la posición activa que el paciente debe adoptar cuando inicia un tratamiento si espera recibir éxito tras el mismo.
Existen protocolos de tratamiento para trastornos específicos que indican un número determinado de sesiones, puesto que el contenido de las sesiones viene programado de antemano. Sin embargo, cualquier especialista en psicología reconoce el error que sería no atender a las individualidades el paciente y a lo que éste demande, y por esta razón, el protocolo ha de ajustarse al paciente y no a la inversa. Por ello, no se puede asegurar un número determinado de sesiones, aunque sí estimar un intervalo.
Se observan diferencias significativas de los beneficios de recibir tratamiento on- line frente a no recibir tratamiento, y que los efectos beneficiosos de este tipo de tratamiento se pueden equiparar a la terapia tradicional. Por ejemplo, un concepto utilizado en terapia es la “alianza de trabajo”, que se refiere a un vínculo que se establece entre paciente y terapeuta en el que ambos acuerdan unos objetivos de tratamiento en los que se implican para su consecución. Existen pruebas psicométricas orientadas a medir objetivamente este constructo psicológico, y se ha relacionado la medida de éste con los resultados terapéuticos, observando que existe una gran relación. Así, la “alianza de trabajo” estaría muy relacionada con el éxito terapéutico; y se ha observado que ésta se consigue de igual manera tanto en terapia on-line como en la terapia tradicional.
Utilizar terapia on-line, no modifica teorías, técnicas ni métodos psicológicos utilizados en la terapia tradicional. Sin embargo, existe un impacto en los niveles de comunicación. Por ello, en algunos casos puede incluso ser recomendable la terapia on-line, mientras que en otros casos no lo será (dependiendo el tipo de trastorno abordado). Así, la terapia on-line, a pesar de su posible preferencia debido a abaratar costes, no puede sustituir a la terapia tradicional de contacto “cara a cara”. Es una herramienta a utilizar si no existe posibilidad de terapia tradicional y recomendable sobre ésta en algunos casos muy específicos (p. ej. Agorafobia o Fobia Social muy grave).
Para ver una revisión más amplia sobre esta cuestión, recomendamos la lectura del siguiente artículo: “Internet y Psicología Clínica: Revisión de las ciber- terapias”. Soto-Pérez, F., Franco, M., Monades, F. y Jiménez, F. (2010). Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, Vol. 15 (1), pp. 19-37