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¿POLOS OPUESTOS? O ¿ALMAS GEMELAS?

¿Qué hace que una relación de pareja funcione y sea satisfactoria?, ¿la semejanza o la complementariedad?
Existe un amplio debate al respecto, y los resultados no son nada concluyentes. Hay personas que piensan que “los polos opuestos se atraen”, y también las que piensan que la clave está en encontrar a tu “alma gemela”. Pero no hablo de un debate popular, éste también se traslada al campo de la psicología y de investigadores sociales, donde igualmente podemos encontrar partidarios de la hipótesis de la complementariedad o de la hipótesis de la similitud en los miembros de la pareja.
Un estudio publicado por Furler et al. (2013) en el Journal of Research in Personality, una prestigiosa revista de psicología americana, intenta aclarar un poco el tema en cuestión, y los datos nos revelan que no parece estar asociado el parecido entre los rasgos de personalidad de los miembros de la pareja con una mayor satisfacción o bienestar, ni en hombres ni mujeres.
Sin embargo, sí parece haber una relación entre personalidad y satisfacción vital, es decir características de la personalidad propia como ser extrovertido, amable, emocionalmente estable y abierto a la experiencia, parecen estar asociadas a una mayor satisfacción.
Existe una amplia variedad interpersonal que hace que unas personas prefieran a alguien parecido, mientras otras se decantan por personas diferentes a ellas. La semejanza tiene ventajas como una mejor coordinación entre los miembros de la pareja, mayor posibilidad de comprensión y empatía, o un mayor grado de acuerdo en opiniones, valores y comportamientos. Pero la complementariedad puede compensar las flaquezas de uno cuando son las fortalezas del otro, o aportar nuevas experiencias y puntos de vista, siendo ambas adaptativas en algunas situaciones.
De la misma manera parece influir el curso temporal de la relación, es decir la etapa en la que se encuentra la pareja. Quizás al principio, en la fase de enamoramiento se asocie más la semejanza a la satisfacción, mientras que en fases posteriores sea al contrario, resulte más ventajosa la complementariedad. Por ello un adolescente busca un tipo de pareja, y tiene unas prioridades, mientras que una persona adulta suele tener otras.
Algunos psicólogos coincidimos en que en lo primero que se fija una persona a la hora de buscar pareja, es la atracción física, ya que es lo primero que vemos. Si a ésta le añadimos los rasgos psicológicos o de personalidad, además de la experiencia personal en el campo de las relaciones afectivas, tendremos mezclados los elementos que nos condicionan para elegir pareja.
En conclusión, podemos decir que no se trata de encontrar “un alma gemela” o un “polo opuesto” para asegurar la satisfacción de pareja, ni la felicidad en ella, sino ciertos rasgos de personalidad ya sean propios o de la otra persona.
Una pareja puede ser semejante en un aspecto y complementaria en otro, lo importante es saber adaptarse en cualquiera de los polos de esta dicotomía, y distinguir la relevancia de las diferencias entre ambos, ya que si se encuentran en un área muy importante para una persona, por ejemplo en los valores morales o éticos, quizás buscar a una pareja diferente a nosotros no sea la mejor elección.